3.16.2009

Stress post-traumático de una noche de primavera

En estas fechas tan festivas de renovación y celebración de la primavera, no puedo más que crecerme en mi odio y mi asco hacia los homínidos que me rodean por vivir donde vivo. Pues si amigos, estamos en Fallas.

Es muy típico eso de odiar las Fallas “uhhh… me molesta que me despierten” “uhhh… no me gustan los petardos” “uhhh… me cortan las calles”, y es peor aún cuando nos ponemos a tratar de justificarlo: “uhhh… es una fiesta religiosa y sin sentido” “uhhh… no es una tradición, es franquista”. Todo eso son tonterías. La gente es gilipollas, y eso es una verdad más grande que la Ley de Gravitación Universal, sólo por eso, todo lo anterior se explica.



-"La gente miente" se queda corto, Dr Gregorio...

No, mi odio se dirige a una población concreta del increíble elenco de gallifantes que son las gentes falleras: me refiero a esos hombres de mediana (tirando ya hacia alta) edad, calvicie incipiente en su mayoría, barriga hinchada patológicamente fruto de un hígado que empieza a fallar tras años de beber para no recordar lo cutre y sin sentido de su vida, cerebro igualmente sumergido en fluido alcohólico la mayoría del tiempo, para preservarlo en la época de las películas de Pajares y Esteso. Estas criaturas, que aprovechan cualquier excusa, léase fiesta nacional, léase semana religiosa, para hacer cualquier estupidez que les venga en gana y sacar a pasear su alcoholismo con todo el orgullo, como si de ingleses en Ibiza se tratase. Ya de por si son motivo de odio, sólo de imaginarlos ya me empieza el corazón a bombear un extra de pus negra sólo para ellos, pero hay más, algo que ocurrió hace muchos, muchos años…



-Flasbaaaaaaaack...

… corría el principio del siglo veintiuno, y una joven, melenuda, regordeta, granuda y pseudobarbuda forma de mi persona (es decir, apenas cambios con el modelo actual) volvía a casa a horas intempestivas una de esas noches de fallas, con las explosiones sonando a lo lejos, y alguna horrible versión de alguna horrible canción sonando en alguna plaza cercana. Cuando de repente: ¡luz! ¡Ruido! ¡Terror!

Una furgoneta de oscuro color se detiene a la vera de nuestro protagonista, y de ella bajan cuatro individuos, una peculiar versión fallera y cuarentona del Equipo A (y, ante todo, muy ebria). Al parecer, esto bebidos individuos, viendo las pintas del joven melenudo, han pensado que puede tener algún estupefaciente de utilidad, y, cual matones de instituto profesionales, rodean a su presa y empiezan a acosarla.



-Hannibal! Face! The Mad Guy! The Jewellery guy!

Imaginaos, vuelvo a casa hecho polvo y no puedo más que encontrarme con la versión envejecida de los tipos que me acosan en el instituto. “va, danos un porro” “que sé que tú tienes” “mira que mi amigo es policía” “no seas así” “eh, te estoy hablando a ti”. No se puede pedir mejor coro de admiradoras.

Gracias a los Dioses, llegados a las cercanías de mi hogar, la inclinación de las calles empezó a hacer mella en sus grasientas y varicosas piernas (así cómo en su frecuencia respiratoria) y logré perderlos por las callejas que suben la montaña, no sin que antes su jefe, puro en mano cual George Peppard con mocaor me soltase la única pulla que me provocó alguna reacción (pues ya se sabe que los matones comparten con los gorilas, entre otras cosas, que si ignoras sus intentos de intimidación y no estableces contacto visual, son mucho menos peligrosos, sin importar su edad), se echó la tagarnina a la boca y gritó “¡sé dónde vives!”

…Ante eso, no pude más que echarme a reír, ya seguro en las alturas de los viejos callejones mientras el pequeño odiador que hay en mí escribía en grandes letras negras un nuevo capítulo en mi Libro de Agravios privado.




2.16.2009

Big Culo Day

Por motivos que poca gente entendería, me uno al grandioso movimiento que nos mueve a todos este día. Ahi va eso...

Para él...


-... de eso se trata, Felicia, de eso se trata-



-Esto es un caso clarísimo de SHH (Síndrome del Horcate Huidizo)-



... para ella...
-Homelander, como el oso, cuanto más peludo, más hermoso-

1.23.2009

Blue Monday

Sí, pequeños, expertos en la materia (no sabría decir en qué materia) han determinado que el 19 de Enero de este año ha sido, estadísticamente hablando, el día más triste y depresivo de la historia.

Esto se puede atribuir a la crisis creciente, a las fiestas que se alejan, a los kilos que han venido para quedarse, al mono sodomita que os espera en el armario del dormitorio o a ese extraño furúnculo que os ha salido en cierta parte del cuerpo y que no era demasiado molesto hasta que decidió ponerse a cantar “La Macarena”. Pero ninguno de estos hechos se acerca a la verdadera causa de esa desazón a nivel global, no señor, es mucho más sutil.

Tal día como el diecinueve, hace ya ciertos años, vino al mundo una criatura de inenarrable naturaleza, y cada año en esas fechas la gente siente un escalofrío de miedo y asco (asco eterno) en lo más hondo de su subconsciente. Efectivamente, mentes preclaras, ese negro día, sábado de desánimo, nací yo. A simple vista un bebé normal: feo, rosa, baboso,… como un pequeño tumor en movimiento o un gemelo siamés deforme recién arrancado. Pero ya desde pequeño, con mi mirada torcida con un ojo cerrado y mi cabeza ladeada de malvado científico loco, observando al mundo con odio pero sin llorar, di a entender la que se les venía encima.

Y tal día como este lunes, la gente empieza a darse cuenta del vórtice de odio andante que se arrastra por estas tierras les afecta más de lo que piensan. Algún 19 de Enero, alcancaré mi masa crítica (de odio, esperemos que mi masa física no experimente tal aumento o mis planes de aniquilación se limitarán a dejarme rodar por las ciudades arrasándolo todo cual Critter gargantuesco) y la gente descubrirá los placeres que se sienten al tener en el centro del pecho un genuino sintetizador de pus negra, el auténtico motor del odio.

Para acabar, homenaje a sir Warren Ellis:

-La imagen de la desesperación del lunes por la tarde-


No estaba muerto, estaba de exámenes.